lunes, 8 de junio de 2009

DIARIO DE VIAJE - Cataratas - Día 5

~ Día libre en Foz

Jueves: ¡día libre! (los tours pueden ser muy agotadores). La agencia ofrecía un tour a Ciudad del Este cuyo único atractivo es comprar cosas muy baratas. Como nosotros no habíamos ido de vacaciones para hacer shopping decidimos obviar el paseo (además yo había estado hace mucho años y me pareció uno de los lugares más feos que recuerdo). Decidimos entonces recorrer la ciudad de Foz do Iguazú.
Para aprovechar el día como corresponde en vacaciones, dormimos hasta tarde (hasta lo más tarde que podíamos sin poner en riesgo nuestro desayuno). Pablo, por supuesto, se despertó antes que yo, acostumbrado como está a madrugar desde hace años. Después del desayuno tardío (eran casi las 10, horario en que cerraba el comedor) decidimos ir al centro caminando ya que nos habían dicho que eran unas 20 cuadras. El día estaba soleado y todavía agradable.

¡Estamos de vuelta!

Tomamos la avenida Juscelino Kubitschek a paso tranquilo, mirando la ciudad como quien intenta descubrir rasgos comunes, como queriendo captar con una sola mirada la idiosincrasia de un pueblo. Y aunque eso es imposible (sobre todo en una caminata de un par de horas) estas son algunas de las cosas que nos llamaron la atención:

. Todos los motociclistas, sin excepción, usan casco. Sean uno, dos o tres los que ocupantes, todos usan sus cascos.
. En más de una oportunidad vimos que los empleados de algunas empresas como supermercados se reunían a hacer gimnasia antes de la jornada laboral.
. Ningún Mc Donalds. Muchos negocios de comida étnica (china, árabe). El imperio contraataca.
. No vimos perros callejeros ni gente paseando mascotas. ¡¡No hay caca de perro en las calles!! (Punto para Foz, coincidencia con los uruguayos). Pareciera ser que la costumbre de tener uno, dos o tres perros por familia es sólo una manía argentina (y tal vez sólo extendida a las grandes ciudades).
. Los automovilistas son bruscos, manejan a grandes velocidades y ni siquiera miran para ver si viene algún peatón. Son la antítesis de los uruguayos.
. Muchas fábricas de colchones y una marca preponderante: “Ortobom”. Había promociones para el día de los enamorados pero me voy a abstener de hacer comentarios.

Algo que veníamos sospechando y ese día pudimos comprobar: Foz do Iguazú no es una ciudad turística. Unos días antes, en el hotel, yo había pedido un plano de la ciudad y había preguntado detalles menores como la modalidad del transporte público y esas cosas. El recepcionista fue bastante escueto pero supuse que no estaba ahí para eso y que tal vez no le agradaba esa función. Decidimos entonces hacer más averiguaciones en una de las oficinas de información turística que estaba marcada en el plano. Queríamos saber sobre algunos lugares para visitar como la represa de Itaipú, la reserva natural, etc. La oficina estaba en una mini terminal de ómnibus, sobre la avenida Kubitschek. Yo entré decidida, hablando en castellano, suponiendo que nos darían una bienvenida con sonrisa incluida. Por el contrario, la oficina era atendida por un jovenzuelo que no sólo no hablaba castellano sino que apenas balbuceaba el portugués. A nuestras preguntas contestaba con monosílabos y hasta llegó a sacarnos las pocas ganas que teníamos de conocer algunos lugares. Evidentemente Foz es apenas lugar de paso para turistas previamente cooptados por las agencias de turismo y no tienen ningún interés en atraer otro tipo de turistas. Ya sé que es poca cosa para enojarse pero yo suelo engancharme fácil. Tuve la fantasía de agarrar a ese muchacho de la solapa y zamarrearlo al grito de: ¿Y a vos te pagan por esto? Me enoja la gente inepta y me enojan las oficinas que dicen ofrecer un servicio que no ofrecen. Como esa gente que nos invita a consultar el sitio web y al entrar vemos que la última actualización es de septiembre de 2001. Para eso, la nada es mejor.

Una vez afuera de la oficina hicimos nuestro propio recorrido: a la vuelta estaba el zoológico y allí fuimos. Como zoológico no era gran cosa, un típico zoo de ciudad con pocos animalitos y pocos visitantes. Pero con la diferencia de que aquí el ambiente es selvático y de hecho, si no hubiera habido ningún animal, también hubiera sido un lindo lugar para dar un paseo y tomar unos mates (algo que deben hacer muchos lugareños para escaparse del agobio de la ciudad, ya que está casi en pleno centro). La temperatura ya había empezado a subir y allí se estaba muy bien. Vimos monitos, loros, un jaguareté un poco desganado, tortugas, un yacaré solito. Pobrecito. Siempre me generan cierta lástima esos animales que encima de no estar libres tienen que estar solos. Pablo acotó que hay ciertas especies que están hechas para eso, que sólo buscan pareja para reproducirse pero luego vuelven a la soledad. Eso me recordó a mí misma hace unos años. Yo también pensaba que estaba hecha para la soledad (¡ni siquiera para reproducirme, porque nunca quise!), que lo mío no era estar de a dos, que, a pesar del mandato cultural, la soledad estaba en mi naturaleza. Hasta que lo conocí a Pablo y poco a poco, sin grandes planteos ni cambios drásticos, fui dándome cuenta de que la vida en pareja (con alguien afín, “emparejado”) es mucho mejor. Lo que me hizo pensar: o yo no me conocía en absoluto, o aquello de que “está en mi naturaleza” no es más que un verso para autojustificarnos. ¿Somos lo que queremos o somos lo que podemos?

Fin del desvarío. Con tanta palmera cerca se me hace difícil no colgarme. Estábamos en el zoo: después de una caminata refrescante retomamos el camino hacia el centro. Ahora el calor era más notorio, las calles más transitadas, los negocios más abundantes. Y a esa hora nos empezaba a dar hambre. Pablo sacó algunas fotos (negocios, carteles, la catedral muy olvidable) y luego volvimos sobre nuestros pasos para ir a almorzar. Antes paramos en una Lan House (cyber) para chequear mails y saber noticias locales. El almuerzo fue en un pequeño restaurante que ofrecía “menú buffet com suco” por 5 reales. El precio incluía sólo un tipo de carne, para combinarla con otra había que pagar más. Y también advertían desde el ticket que nos habían dado en la entrada que “el desperdicio de comida será cobrado”. Comimos hasta el último bocado como niños obedientes.

Tiendas Marisa

Luego decidimos que no había mucho más para ver y emprendimos el regreso, esta vez por la Avenida Brasil, mucho más comercial, con tiendas de ropa y unos puestos de venta de diarios y revistas muy simpáticos. También nos cruzamos con las Tiendas Marisa, una cadena muy conocida, que hicieron de fondo para una foto en mi honor.

La vuelta fue un poco menos grata porque estábamos cansados, hacía mucho calor y había poca sombra. Subimos a la habitación para cambiarnos y bajamos raudamente a la pileta donde esta vez sí había sol y el agua estaba más cálida. Bajamos con el equipo de mate (que incluía revista de crucigramas) y allí nos quedamos un par de horas relajándonos como corresponde a unas vacaciones.

alberca

Cuando volvimos a la habitación era hora de hacer las valijas pero a mí me agarró fiaca. Lo miré a Pablo ordenar lo suyo tirada en la cama. La tarde pasó así, haciendo fiaca (cosa que a mí me encanta): miramos a Ratinho en la tele (una mezcla de Susana Giménez con Chiche Gelblung), miramos las fotos que habíamos sacado, hablamos de bueyes perdidos. Después fue mi turno de hacer el bolso (ufa!) y después de nuestro habitual capítulo de Los Simpsons (hay adicciones peores y además ilegales) bajamos puntuales a cenar. ¡Nuestra última cena buffet! Había que aprovecharla. Sólo que justo ese día había llegado al hotel un nutrido contingente de jubilados y el comedor se llenó en cuestión de segundos. Temimos por nuestros postres pero por suerte no hubo desabastecimiento. Aprovechamos nuestra última cena como si verdaderamente alguien estuviera por crucificarnos: carne de vaca, pollo rebozado, ensaladas, arroz, flan, postre de coco.

Ya en la habitación, y después del té de hierbas, intentamos dormir temprano porque al otro día, una vez más, había que madrugar. Pero yo no tenía sueño y me puse a hacer crucigramas. Una tentación irresistible para Pablo que empezó por relojear las palabras que me faltaban y terminó resolviéndolos conmigo. Nunca es tarde para aprender que las “nabinas” son las semillas del nabo.

[Continuará?]


Fotos del viaje.

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